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La imagen del refugio

Gastón Bachelard
prólogo
 La casa es un cuerpo de imágenes que dan al hombre razones o ilusiones de estabilidad.

Vincent Van Gogh, Cabañas, 1890. Las chozas de Van Gogh están sobrecargadas de bálago. Una paja gruesa, burdamente trenzada, subraya la voluntad de albergar, desbordando los muros. El techo es aquí el testimonio dominante de todas las virtudes de albergue.

La casa es un cuerpo de imágenes que dan al hombre razones o ilusiones de estabilidad. Reimaginarnos sin cesar nuestra realidad: distinguir todas esas imágenes sería decir el alma de la casa; sería desarrollar una verdadera psicología de la casa.
La casa es imaginada como un ser vertical. Se eleva. Se diferencia en el sentido de su verticalidad. Es uno de los llamamientos a nuestra conciencia de verticalidad.
La verticalidad es asegurada por la polaridad del sótano y de la buhardilla. Las marcas de dicha polaridad son tan profundas que abren, en cierto modo, dos ejes muy diferentes para una fenomenología de la imaginación. En efecto, casi sin comentario, se puede oponer la racionalidad del tejado a la irracionalidad del sótano. El tejado dice en seguida su razón de ser; protege al hombre que teme la lluvia y el sol. Los geógrafos no cesan de recordar que en cada país, la inclinación del tejado es uno de los signos más seguros del clima. Se ‘comprende’ la inclinación del tejado. Incluso el soñador sueña racionalmente; para él el tejado agudo rebana las nubes. Hacia el tejado todos los pensamientos son claros. En el desván, se ve al desnudo, con placer, la fuerte osamenta de las vigas. Se participa de la sólida geometría del carpintero.

Gastón Bachelard
La poética del espacio, Madrid, 1998