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Lo más natural

presentación
Escribía John Berger que no conocía nada más triste que el animal que se ha quedado ciego, y es que la razón de ser de lo visible es el ojo, y la posibilidad de ver viene dada por la existencia de una luz que lo ilumine*.
Ya hemos abordado en Tectónica nº 24 la iluminación artificial; en este número estudiaremos la iluminación natural.
La luz está cargada de aspectos simbólicos, filosóficos, y por supuesto emocionales. Hace más placentera nuestra vida, o al menos la forma de apreciarla. También aporta calor y energía. Nuestro cuerpo siente la temperatura del rayo de sol, y nuestros ojos su claridad y la sombra que genera. La luz es cambiante, en algunos lugares de forma rápida, transformándose de acuerdo con nuestra posición respecto al sol y con aquello que dificulte su paso. La atmósfera y el medio físico matizan la luz que recibimos, a través de la vegetación, de los reflejos del agua..., de tal manera que llegamos a identificar la luz característica de un lugar.
La luz natural ha ido marcando una relación especial en los espacios religiosos, con aumentos progresivos de la cantidad de luz que podía penetrar en el recinto en función de las posibilidades tecnológicas del momento. Ha sido emoción en el románico, explosión en el gótico, teatro en el barroco y neutralidad en la arquitectura moderna. Pero la luz también ha cambiado la forma de percibir el ámbito doméstico y el laboral, resultando indudables los beneficios físicos y sicológicos que aporta vivir y trabajar disfrutando de la luz natural. La luz penetra en el edificio a través de los huecos que, al tiempo que permiten la iluminación del espacio interior, abren ese espacio visualmente hacia el exterior. Estos huecos son uno de los recursos principales para definir el aspecto externo del edificio, y además dotan al interior de una identidad propia en relación a la entrada de luz. Habitualmente el hueco se proyecta con unas reglas arquitectónicas muy claras, pero su repercusión en el interior del edificio no suele estudiarse con la misma intensidad, pudiendo quedar al margen del proyecto las estrategias para equilibrar los niveles de iluminación natural en el espacio interior evitando el deslumbramiento, los reflejos molestos y los contrastes de claridad excesivos. El adecuado aprovechamiento de la iluminación natural en arquitectura debe ser contemplado como un capítulo de primer orden a la hora de proyectar un edificio, que además estará mejorando la eficacia energética de lo construido sin grandes gestos tecnológicos, sólo aportando algo de luz.

* John Berger. Algunos pasos hacia una pequeña teoría de lo visible. Ardora Ediciones, Madrid 1997.