El aluminio es un material que tiene una gran presencia en la arquitectura actual, y de manera especialmente visible en sus fachadas, por lo que muchos aspectos de sus aplicaciones arquitectónicas ya se han tratado en varios números de Tectónica dedicados a sistemas y elementos constructivos en los que suele intervenir: fachadas ligeras, el hueco, cubiertas, muros cortina. ¿Era entonces necesario plantear un número dedicado enteramente a este material? Así lo creemos, porque la arquitectura actual está abordando el empleo del aluminio con una agilidad capaz de generar nuevas expectativas. En su momento, este material expresó la modernidad, o mejor aún, el futuro: los automóviles, los aviones, los trajes, y por qué no, las casas, se imaginaban de un aluminio inmaculado. ¿Y qué ha pasado desde esos primeros deseos? ¿Ha aportado todo lo que se esperaba de él? ¿Se pueden prever nuevas aplicaciones para este material? Son éstas las preguntas a las que hemos querido dar respuesta en esta monografía.
Su uso, desde las primeras experiencias, se expandió a gran velocidad; pasó de ser un material nuevo y difícil de usar, a ser extraordinariamente sencillo en su manipulación o colocación. Ciertamente es el metal más abundante en la corteza terrestre, y de seguir la progresión que ha mostrado durante el último siglo, ocupará un puesto muy destacado entre los materiales de construcción, así como en muchos otros sectores, desde la alimentación hasta el transporte.
Durante el siglo XIX, la bauxita se extraía exclusivamente en Francia y hasta 1939 fue este país el primer productor de aluminio del mundo. Hoy en día ya no es la existencia de la bauxita la que determina la localización de la producción, sino la existencia de una energía barata; en este momento el debate para la localización de grandes empresas de aluminio en Islandia, por la facilidad de acceder a una posible energía hidroeléctrica, está sobre la mesa, junto con el alto coste medioambiental que supone su producción, lo que ha estimulado el reciclado del aluminio, actividad casi oculta que genera grandes beneficios. Pero si la producción del aluminio se definirá en base a razones muy concretas, su elaboración, preparación y transporte no supone grandes problemas, y los talleres de carpinterías y revestimientos de aluminio han proliferado por todo el mundo.
A finales de los años cuarenta, el consorcio L´Aluminium Français contrató a Jean Prouvé para desarrollar nuevos usos y formas para el aluminio. Prouvé diseñó tal volumen de prototipos e invenciones que la empresa decidió no seguir patentando por el coste que ello suponía. Quizá la casualidad unió a Prouvé con el aluminio después de haber trabajado durante años con acero. La reinterpretación en aluminio de formas que había realizado con acero, produjo un amplio repertorio de soluciones constructivas.
Aquellos comienzos brillantes en la investigación con el aluminio han conducido, tras innumerables estudios y experiencias, a la estandarización de los eficientes sistemas actuales de carpinterías, fachadas y cubiertas.
Sin embargo, a pesar del desarrollo espectacular del aluminio a lo largo del siglo XX, al igual que sucedía con el plástico, no ha llegado a cuajar una arquitectura propia y con señas de identidad características de este material: el acero había asumido con anterioridad el repertorio posible para los elementos metálicos y tal vez sólo en las soluciones de carpinterías ha encontrado el elemento en el que reconocerse.
La extrusión es el medio que ha permitido un sinfín de posibilidades de diseño de secciones, pero esa riqueza está aun por descubrir, y entender, por los arquitectos, manteniéndose en manos de la industria que genera soluciones eficaces pero no retos que puedan satisfacer otras demandas, constructivas y creativas, de la arquitectura. En esta monografía proponemos algunos ejemplos de arquitectos que sí se han atrevido a ir más allá, explorando las cualidades plásticas y resistentes del aluminio y ofreciendo una arquitectura, por qué no decirlo, brillante.