La sociedad se encuentra en un momento de crisis, económica y ecológica, pero ante tanto dato negativo también se puede dar la postura optimista de considerar que es el momento adecuado para la reflexión, para que la arquitectura, la construcción, responda de nueva a criterios energéticos que deben estar presentes desde los fundamentos del proyecto, desde su diseño.
La arquitectura cambia con los avances tecnológicos, o ante la oportunidad de usar nuevos materiales o nuevos sistemas, y también por investigaciones desarrolladas a partir de planteamientos teóricos que abren nuevos caminos o reformulan otros ya conocidos; y en ocasiones se dan situaciones singulares que generan cambios drásticos en la sociedad: guerras, catástrofes, crisis económicas…
En el momento en el que estamos viviendo se suma al cambio de milenio, la conciencia del daño que podemos estar haciendo al planeta, una grave crisis económica y el posible final de una etapa de excesos, entre ellos los arquitectónicos, que está pasando factura en nuestras conciencias. Este panorama no parece habernos cogido preparados y dispuestos a reformular unos modos de hacer que puedan dar respuesta a los retos con los que nos enfrentamos. Ahora que estábamos dispuestos a invertir para generar menos emisiones de CO2 nos encontramos con que ya no hay tanto dinero. La herencia que nos queda de unos años de abultado crecimiento constructivo no puede considerarse lustrosa, y tenemos que convivir con una arquitectura mejorable que se ha cegado con el rendimiento económico olvidando de la lógica de los procedimientos constructivos, del coste energético en su uso, y sobre todo de la discutible ubicación que ocupan cantidades gigantescas de metros cuadrados en lugares inadecuados para construir o que destruyen magníficos y necesarios espacios naturales (bosques que sirven de barrera ante el azote del viento, torrenteras cuya desaparición origina verdaderas tragedias, acuíferos imprescindibles para mantener el equilibrio hidrográfico de una comarca,...). A todo ello habría que añadir los cuantiosos gastos de infraestructuras que esta fiebre inmobiliaria ha supuesto.
Las bases con las que podíamos haber construido durante estos años recientes para dejar un patrimonio de calidad no estaban suficientemente elaboradas y atadas, ha habido mucha improvisación y los recursos no se han empleado adecuadamente.
Sin embargo el momento actual también puede servir de reflexión para abordar la construcción futura con unos principios que no debían haberse abandonado.
En este momento parece que hay unanimidad respecto a un tema, la sostenibilidad, pero existe el peligro de que todo valga si se ampara bajo esa denominación, ya que el adjetivo, hoy por hoy, se aplica a arquitecturas y soluciones muchas veces radicalmente opuestas, y no hay producto que el mercado no venda como sostenible. Esta confusión existe debido a que apenas hay estudios sobre la eficiencia de lo ya construido, y faltan datos objetivos y estudios rigurosos; hay muchísima información, pero casi siempre parcial, y es difícil llegar al dato global en el que se hayan tomado en consideración toda la secuencia completa de la vida constructiva de una material o de un sistema.
A esta confusión se suma el que el arquitecto hoy en día debe dar respuesta a demandas a veces opuestas en una misma obra, y debe elegir entre una diversidad de materiales y soluciones constructivas cada vez mayor. La búsqueda de la eficiencia energética obliga a optar entre alternativas difíciles de evaluar: una mayor eficacia de la estructura puede perjudicar a la eficiencia de los cerramientos, una menor ocupación del suelo puede perjudicar al adecuado soleamiento o a la debida ventilación, etc.
Con este número de Tectónica, el primero dedicado a Energía, queremos bajar el nivel de ruido e intentar recuperar la sensatez en la construcción, pero contando con toda una nueva serie de materiales y de sistemas constructivos de un valor inequívoco. Por ello esta primera monografía se subtitula “Fundamentos”, porque procura analizar posturas que desde el proyecto, desde su diseño, tiene en cuenta el consumo de energía necesario para construir o para habitar la arquitectura. Una segunda monografía abordará los medios mecánicos, las instalaciones, que actualmente pueden ayudar a aumentar la eficacia energética del proyecto.