© Lourdes Jansana
Los arquitectos afrontan el proyecto no como la inserción de una imagen ajena al paisaje existente, sino como la puesta en valor de un lugar que ya estaba dotado de carácter y belleza propios.
Un paraje litoral inclinado de tierra rojiza y olivos que los campesinos han trabajado a lo largo de muchos años es ocupado por un agresivo trazado urbano. Michelle & Miquel se encargan del tratamiento de los espacios verdes previstos por el plan: un barranco aterrazado y una plaza entre edificios, en los que optan por preservar al máximo su estado previo.
En el barranco se suturan los muros degradados con escalinatas de acero cortén que permiten recorrerlo y disfrutar de las vistas del mar. La plaza recorta un fragmento virgen del paisaje original que desaparece a su alrededor confinando el terreno y sus árboles con poderosos muros de hormigón-tierra.