Las bases del concurso para la ampliación del Museo señalaban que la actuación debía centrarse en la fachada principal, por la que el edificio debía ensancharse. Sin embargo Holl propuso un emplazamiento más discreto y respetuoso, situando las nuevas salas subterráneas a lo largo del borde este de los terrenos del museo, haciendo emerger al exterior cinco pabellones o "lentes" irregulares de vidrio, que descienden en línea quebrada, como rocas transparentes y luminosas.
Las posibilidades de los muros con alas curvas en forma de T como artefactos para captar, transformar y conducir la luz natural al interior de las salas son múltiples, y están destinadas a conseguir la óptima iluminación de las obras. La luz entra de forma directa, o bien resbalando por la parte cóncava o convexa de las superficies curvas, en función de las distintas orientaciones de los planos de vidrio que cierran los lucernarios. En las zonas en las que se necesita, se cuenta además con la ayuda de un sistema motorizado de control solar y oscurecimiento de las fachadas mediante persianas enrollables.
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© R. Halbe
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