La arquitectura contemporánea ha aportado cambios radicales a los sistemas constructivos existentes: aumentos de luces estructurales, reducción de espesores, nuevas soluciones en las cubiertas, mayores dimensiones en los huecos, aparición de nuevos materiales... Estos cambios han surgido inicialmente sin el respaldo de una tradición que pudiese demostrar su eficacia y, por supuesto, sin una investigación avalada por la industria. Como resultado, en la arquitectura más experimental, en ocasiones entraba agua a través de los planos de fachada o de cubierta, se deterioraban revestimientos o se ejecutaban espacios difícilmente habitables durante algunos periodos del año. La colaboración de la industria posibilitó que muchos de estos problemas fueran encontrando una solución técnica satisfactoria, aunque también surgieron otros relacionados con las nuevas exigencias de una forma de vida, de consumo y de producción, diferentes a las ya experimentadas. Las demandas de un confort y una higiene no conocidas hasta el siglo XX; la masiva incorporación de los electrodomésticos en el ámbito doméstico y de complejos sistemas tecnológicos en los espacios de trabajo; la exigencia de cumplir normativas de seguridad que antes no se contemplaban, y la utilización de unos sistemas y componentes de vida útil más corta, han provocado que la arquitectura más reciente se vea obligada a una intervención prematura respecto a otros momentos de la historia de la arquitectura.
El artículo de este número, escrito por el profesor de construcción Ramón Araujo, reflexiona y aporta datos sobre esta necesaria actuación sobre la arquitectura de las últimas décadas, desde la consolidación de estructuras o la renovación de cubiertas, donde se ha demostrado cómo es posible solucionar los problemas sin alterar las condiciones originales de los edificios, hasta las intervenciones más “sensibles” sobre los cerramientos y en especial sobre los huecos. Las actuaciones en fachada son la que alteran en mayor medida las características originales de los edificios, y si bien en ocasiones estas modificaciones pueden mejorarlos, en otras provocan una devaluación del patrimonio arquitectónico contemporáneo con soluciones inadecuadas y carentes del respeto que merece lo existente. Por ello, merece una atención especial el análisis de lo que ocurre en el hueco y en torno a él, tanto por las posibilidades de mejora en sus condiciones técnicas, como en lo que afecta a la entidad formal del edificio.
Dos proyectos con planteamientos de actuación muy diferentes, ocupan el análisis constructivo del problema: la rehabilitación modélica de un edificio protegido de los años sesenta para adecuar el ineficiente aislamiento a los estándares actuales sin alterar el aspecto original, y la conversión de un edificio de los años setenta en un espacio expositivo insólito, resuelto con una fachada de hojas de vidrio colocadas de canto.
En estos momentos en los que la fiebre constructora se ha apaciguado, parece necesario pararse y reflexionar sobre los múltiples beneficios que supone intervenir para acondicionar y aprovechar los recursos no explotados que ofrece el parque edificatorio ya existente.