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En contacto con la tierra

Manuel Aires Mateus con Valentino Capelo de Sousa
prólogo
La tierra es el lugar natural de la construcción. El encuentro entre una construcción y un terreno será siempre especifico de cada situación.

Casa en Sesimbra, Portugal (2002). Planta y sección. Francisco y Manuel Aires Mateus.

żEl agua? Un flujo sin limites. żEl aire? Una sustancia inaprensible. żEl fuego? Un fenómeno sobrenatural. De los cuatro elementos fundamentales, sólo la tierra pareció siempre cierta y segura en su aparente inmovilidad e irresistible gravedad. La tierra es el lugar natural de la construcción, y también su material primigenio.
Hoy como ayer, lo que hacemos es extraer, transformar y volver a colocar la materia sobre la materia. Claro, que lo vamos haciendo con un grado de conocimiento cada vez mayor, no sólo de las estructuras, sino también del propio soporte. Y, si las ciencias han revelado que la tierra es al final más inconstante de lo que se suponía, ese descubrimiento ha sido superado por sucesivos progresos técnicos y tecnológicos, que permiten construir mejor, incluso en peores circunstancias.
En terminos prácticos, el suelo es una referencia por lo menos tan estable y permanente como antes. En las condiciones de desproporción entre la masa de la construcción y el volumen del globo, la ley de atracción universal determina el inevitable contacto entre las dos, por aproximación de la primera a la segunda. Decir que no existe arquitectura sin peso equivale a decir que es imposible realizarla sin apoyo, donde quiera que se localice, cualquiera que sea su forma.
Desde que la geometría de la Tierra es un tema sobre el que hay consenso y que las leyes de Newton pasaran a ser simple sentido común, parece evidente la relatividad de una línea vertical, o de un plano horizontal que le es perpendicular. Por eso mismo, y en cierto modo, conmueve asistir hoy al replanteo de un edificio en el terreno, recurriendo como siempre a una plomada y a un nivel de manguera.
Esto sucede porque el contacto con la tierra es de carácter local. La arquitectura no lidia con la superficie esférica del planeta, sino con una orografía particular de su corteza, compuesta por rocas de diferente naturaleza y configuración. La manipulación de esta base, dentro de las premisas que orientan el proyecto y conducen a la transformación del sitio, es un acto fundacional de la arquitectura en todos los sentidos.
El encuentro entre una construcción y un terreno, la forma y el modo en que se establece el necesario contacto entre los dos, será siempre especifico de cada situación. Ensayando una generalización, puede tal vez pensarse en cuatro modalidades, susceptibles, claro está, de todas las variantes. Algunas construcciones se localizan íntegramente en el interior de la tierra, sin alterar su aspecto superficial: así será adecuado hablar del espacio como un vacío, construido en negativo contra el macizo rocoso. Otras se acoplan al terreno, o acoplan el terreno a sus límites: así el artificio se presenta como una continuación de la naturaleza, acentuando o suavizando los perfiles, atribuyendo nuevos significados al paisaje. La mayoría de las veces, los edificios simplemente se asientan sobre el terreno, destacándose de él: aquí la construcción establece un sistema, generalmente ortogonal, una matriz, frente a la cual queda más clara la morfología real del terreno; la arquitectura es un instrumento de descodificación y lectura de la envolvente. Existen también construcciones que se elevan, escondiendo o reduciendo al mínimo sus apoyos en el suelo: así el protagonismo ya no es del edificio ni del terreno, sino de ese espacio imposible que resulta de una tensión permanente entre ambos, en contradicción con la ley universal de la gravedad.
En este momento hemos girado 360º respecto al presupuesto inicial. Pero apenas se ha variado la mirada, constatando que, no solamente en el ámbito de la física sino también en una acepción cultural, la arquitectura construye el lugar, a partir del lugar y con el propio lugar.

Manuel Aires Mateus, con Valentino Capelo de Sousa
Lisboa, Marzo 2007