Restauración de la Vaqueria do Carme en Santiago de Compostela, A Coruña, 2003. Arquitecto: Víctor López Cotelo.
Únicamente puede hacer justicia a una obra del pasado aquel para quien ésta es presente vivo, que ha aprendido a entender su lenguaje y le responde con su propio trabajo. Para él, un momento es un lugar en el que se instaló el espíritu para quedarse, para que se considere su mensaje y se le conteste...
Rudolf Schwarz.
Die Baukunst der Gegenwart.
Immatrikulationsrede Düsseldorf, 1959.
Un monumento es un documento del pasado que tuvo un origen y un destino creciente o menguante. Su arquitectura encarnó unos valores, unas leyes, una inteligencia, una belleza, un carácter, un espíritu penetrado en su sustancia y amasado en el tiempo, que la hicieron ser unas veces admirada, otras ignorada, y en muchos casos despreciada, y en consecuencia engrandecida, conservada o degradada en un presente continuo inacabado.
Cada intervención sobre su ser la aparta o aproxima a su mejor condición: aquella que pone de manifiesto sus cualidades más auténticas. Aquella que descubre y aumenta sus potenciales. Aquella que es capaz de imbricarse en su inteligencia, como si de un nuevo impulso vital se tratara, para hacerla renacer de sus propias entrañas en un cruce de autenticidades que verifica simultáneamente todos los presentes que dignificaron su condición, no descartando incluso la que sabe inhibirse para dejar que el tiempo sin medida sea el testigo mudo de su existencia.
De nosotros depende saber ver, entender y sentir lo que cada situación demanda y el lugar que nos corresponde en ese proceso abierto que nos da la oportunidad de poder demostrar que sabemos distinguir entre lo que se debe afirmar y en qué nos debemos someter. Cómo aunar fuerza, delicadeza, claridad y respeto. Cuándo grandeza significa renuncia o reclama atrevimiento. Dónde adecuación es mesura y discreción o requiere presencia. Porqué nuestra actuación es necesaria y cuánto aporta de verdad.
Víctor López Cotelo, enero 2005.