El cobijo, el lugar que construimos para guarecernos, es un espacio que nace de la protección frente al agua, que busca conseguir una temperatura adecuada y que intenta defenderse de los problemas que genera el movimiento del aire y aprovechar los beneficios que provoca. La ventilación, además de renovar el aire de los espacios que ocupamos, ha sido la forma natural de mejorar las altas temperaturas y también de eliminar los problemas de humedad. A lo largo de la historia, la ventilación ha dado lugar a una serie de soluciones arquitectónicas admirables tanto en el ámbito doméstico como en el industrial: los secaderos de telas, redes, maíz, tabaco, madera, uva, grano... han ido adquiriendo características específicas según zonas y usos. Algunos de estas instalaciones tradicionales han alcanzado cotas altísimas de calidad arquitectónica: hórreos –ya sean gallegos, asturianos, navarros... o suecos–, secaderos de lúpulo en el Reino Unido –
oast houses– o en Estados Unidos, con soluciones muy eficaces y plásticamente interesantísimas; o las torres de ventilación de los
ab anbar en la región de Yazd en Irán, que consiguen temperaturas muy bajas en lugares de climas severos.
También la vivienda se puede concebir con mecanismos de control de la ventilación tan significativos como los que emplean la
yurta de Mongolia y buena parte de Asia, el
tipi de Norteamérica, la tienda negra beduina o el
shapono de los yanomami; o desarrollar soluciones más elaboradas, como las torres de viento –los
malqaf egipcios o los
manghu de Hyderabad en Pakistán–, o las más comunes en el ámbito mediterráneo que usan el patio y el agua en cualquiera de sus disposiciones para facilitar el movimiento del aire, y que ofrecen un amplio espectro de estrategias y dispositivos para mejorar notablemente el confort del espacio doméstico en zonas cálidas o incluso áridas.
La arquitectura moderna está repleta de magníficos ejemplos que aprovechan la capacidad plástica de los elementos vinculados con la ventilación: Le Corbusier no sólo la tiene en cuenta en sus brisoleil y en sus aireadores, que se convierten en protagonistas de alguna de sus obras, sino que llega a propuestas muy condicionadas por la ventilación desde la misma concepción inicial del proyecto, como los que realiza en la India.
La historia reciente nos ha dejado ejemplos admirables, como el de Louis Kahn en Bangladesh, Rudolf Schindler en su casa, Prouvé con sus propuestas para la
maison tropicale, Fuller en la Wichita House, Vilanova Artigas en la escuela de arquitectura de Sao Paulo, y más recientemente Glenn Murcutt en varias de sus obras.
Una atención especial merece la investigación de Hassan Fathy que recupera la sabiduría de la arquitectura tradicional del norte de África.
Estas propuestas, que hacen intervenir las características climáticas del emplazamiento y los recursos que propicia el control de la ventilación, en el proceso de generación de la forma del edificio, pueden enriquecer con nuevos parámetros muchos procesos formales actualmente en uso, haciendo posible el desarrollo de artefactos arquitectónicos más funcionales y plásticamente interesantes.
Con dicho enfoque se ha planteado el contenido monográfico de este número, compuesto por el ensayo del profesor de construcción Ramón Araujo sobre la ventilación en la arquitectura, y por el análisis constructivo de dos proyectos donde la ventilación ha sido una preocupación prioritaria: la rehabilitación de una antigua nave industrial en Aldea Moret (Cáceres), de Nieto Sobejano Arquitectos, que modifica la piel exterior para posibilitar un intercambio controlado de aire con el exterior y una ventilación natural que colabore en la climatización del edificio; y el mercado de Comenda (Portugal), de Cruz, Almeida y Soares, organizado en dos piezas paralelas que dejan entre sí un patio arbolado diseñado para favorecer la ventilación del conjunto.
Imagenes y comentarios de proyectos citados en el texto pueden encontrarse en
http://tectonicablog.com/